Durante mucho tiempo sentía en mi interior que perdonar era un acto “injusto”, porque alguien no asumía la responsabilidad de lo que había hecho.
Durante mucho tiempo perdonaba “a medias”, porque en el fondo de mi corazón seguía sintiendo que las cicatrices servían para no olvidar el dolor sentido en alguna ocasión.
Durante mucho tiempo viví equivocada, engañándome hasta que comprendí que el perdón no libera de la culpa al otro, sino que te libera a ti del dolor.
Cuando aprendí que yo soy la protagonista de mi actitud, me costó mucho aceptar que el dolor sentido por las acciones de los demás tiene como único responsable a uno mismo; por eso cuando perdonamos el que se libera eres tú. Te perdonas no haber sabido gestionar tu actitud, para que “ante cualquier cosa” no te genere dolor.
No podemos evitar que los demás sean como son, o actúen de manera inaceptable para nosotros; pero lo que sí podemos modificar es nuestra actitud para sentir una emoción diferente y así esquivar el dolor.
Perdono, porque me quiero y quiero vivir la vida plenamente.