Es una palabra preciosa porque surge de un sentimiento agradable que une, de manera positiva, a personas.
Dicen que no cuesta nada dar las GRACIAS, sin embargo no siempre las damos, sencillamente porque no la sentimos.
Las damos cuando percibes la generosidad del otro hacia tí, de esa forma humilde y desinteresada que te llena de energía positiva como pocas cosas te hacen sentir y, desde lo más profundo de tu interior, va ascendiendo por tu cuerpo, cobrando fuerza, la palabra GRACIAS, hasta que sale. Sale por tu boca, o por tus ojos, o por tus manos…dirigida hacia ese ser, el que consciente o no, te ha regalado ese trocito de “felicidad”.
Yo creo que “el otro” ha de existir para poder transmitirle a “alguien” la gratitud de vivir, de todo lo bonito con lo que la vida te sorprende; sería menos satisfactorio no poder transmitir a nadie ese sentimiento tan maravilloso.