Aún recuerdo como, de pequeña, esperaba a que mi hermana respondiera cuando alguien me hacía una pregunta; ella siempre sabía cómo hacerlo, con facilidad y simpatía.
Cuando nuestros caminos se alejaron y no la tenía a ella para que dijera en voz alta lo que yo quería transmitir, fue entonces cuando eché mano de su recuerdo, con la muletilla “¿cómo lo diría ella?”, para salir airosa cuando en las reuniones de trabajo tenía que dar mi opinión, o cuando tuve que impartir, por primera vez, una charla formativa.
Tuve la suerte de que nuestras carreras profesionales, inicialmente muy diferentes se fueron haciendo paralelas y coincidimos en algunas etapas desarrollando servicios de consultoría y formación. Trabajar a su lado fue un seguir aprendiendo en “el arte de comunicar”.
Cuando he tenido la suerte de leer este libro, no me ha sorprendido nada su contenido, es tal cual yo lo he vivido, lo he aprendido y lo he puesto en práctica, imitándola a ella.
Yo no sólo perdí la timidez para hablar en público, sino que aprendí a disfrutar, y sigo haciéndolo, haciendo presentaciones de mis ideas, mis propuestas, formando en lo que me gusta y sé hacer, escribiendo y comunicando lo que pienso, siento y me apasiona.
Sí, es mi hermana, he tenido la suerte de vivir cerca de una gran “maestra” de la comunicación, y como dicen que es con el ejemplo como mejor se aprende, yo me siento su primera alumna.
Si hay un libro que me ha influido, incluso antes de hacerse libro, este ha sido “La Fábrica de Presentaciones”.
Porque no se trata sólo de saber hacer, llegar a disfrutar haciendo es la mejor de las experiencias.
Manuales hay muchos, pero sólo cuando se transmite desde la maestría de quien siente una verdadera pasión, es cuando uno igualmente siente un “yo también puedo”.
Vamos!!!