En el III Congreso de Gestión del Cambio, organizado por la empresa IMm y mis amigos; al final de la jornada, nos sorprenden con la participación de RIALO que, con una sencillez brillante nos toca las teclas de las emociones positivas y nos dibuja una gran sonrisa a los presentes, haciendo que fluya la felicidad en aquél magnífico lugar.
Al finalizar el evento, me acerqué a conocerlo; necesitaba verificar si aquello había sido una “gran representación” del Ángel actor, o realmente estaba ante un “ser humano” diferente.
En las distancias cortas, en la mirada directa, en la calidez del abrazo, en la verdad de sus palabras,… encontré que no había personaje, que no teatralizaba un guion, sino que era su forma particular y original de transmitir y de contagiar su gran pasión, “la felicidad”.
Entonces sentí la curiosidad y la necesidad de leer aquel libro, de pequeño tamaño, de letra diminuta y negra portada, en el que sólo destacaba una sencilla sonrisa. Quería descubrir y conocer la forma de pensar y de 
escribir de alguien que se hacía llamar “feliciólogo”. Quería comprobar si la fuerza de su mensaje se centraba en su magnífica puesta en escena, o si era capaz de mantenerla en unas hojas frías de papel.
Leyendo el libro descubrí que cuando se cuenta la “verdad” de lo que uno piensa y siente, esa parte de ti, llamada “pasión”, fluye entre las palabras y aflora convertida en energía. Porque ésta, no está en lo que dices o haces, sino en lo que SIENTES y COMPARTES.
Un año después, ese mismo foro de “Gestión del Cambio”, le ha nominado al premio Persona impulsora del cambio.
Yo me uno a ese reconocimiento porque, gane o no, los demás hemos “ganado” cuando leemos este libro.